¿Quien es Virgilio?
Publio Virgilio Marón (
Andes, actual Virgilio, cerca de Mantua, en la Región X,
Venetia, hoy Lombardía italiana, 15 de octubre de 70 a. C. –
Brundisium, actual Brindisi, 21 de septiembre de 19 a. C.), más conocido por su
nomen,
Virgilio, fue un poeta romano, autor de
la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri,
La Divina Comedia, fue su guía a través del Infierno y del Purgatorio.
Formado en las escuelas de Mantua, Cremona, Milán, Roma y Nápoles, se mantuvo siempre en contacto con los círculos culturales m
Fue
el creador de una grandiosa obra en la que se muestra como un fiel
reflejo del hombre de su época, con sus ilusiones y sus sufrimientos, a
través de una forma de gran perfección estilística.
Virgilio y la Eneida
Virgilio trabajó en esta obra desde el año 29 a. C. hasta el fin de sus días (19 a. C.)
A partir del año 29 a. C., inicia la composición de su obra más ambiciosa, la
Eneida, cuya redacción lo ocupó once años, un poema en doce libros que relata las peripecias del troyano Eneas desde su fuga de Troya
hasta su victoria militar en Italia. La intención evidente de la obra
era la de dotar de una épica a su patria, y vincular su cultura con la
tradición griega.
Según Virgilio, los romanos eran descendientes de Ascanio, y por lo
tanto del propio Eneas. El estilo de la obra es más refinado que el de
los cantos griegos en los que se inspiró.
Había ya escrito la
Eneida, cuando realizó un viaje por Asia Menor y Grecia, con el fin de constatar la información que había volcado en su poema más famoso. En Atenas se encontró con Augusto y regresó con él a Italia, ya enfermo. A su llegada a Brindisi, pidió al emperador antes de morir que destruyera la
Eneida(Quizá fuera porque desease desvincularse de la propaganda política de Augusto o fuera porque no considerase que la obra hubiera alcanzado la perfección buscada por él como poeta). Augusto se opuso rotundamente y no cumplió la petición, para gloria de la literatura latina.
Monstruos de la Eneida: Harpías y Cíclopes(Polifemo)
1. Harpías
-Castellano
"Todavía anduvimos errantes por el caliginoso mar durante tres días sin
sol y otras tantas noches sin estrellas; por fin, al cuarto día vimos
por primera vez alzarse tierra en el horizonte, aparecer montes a lo
lejos y algunas nubes de humo. Amainamos velas y echamos mano al remo
sin perder momento; los marineros baten la espuma a fuerza de puños y
barren las cerúleas ondas; la playa de la Estrófadas me reciben las
primeras, libertado del mar. Los griegos denominan Estrófadas a unas
islas del
vasto Mar Jónico, donde habitan la cruel Celeno y las otras arpías,
desde que, cerrado para ellas el palacio de Fineo, el miedo les hizo
abandonar sus abundosas mesas. Jamás salieron de las aguas estigias,
suscitados por la cólera de los dioses, monstruos más tristes ni peste
más repugnante; tienen cuerpo de pájaro con cara de virgen, expelen un
fetidísimo excremento, sus manos son agudas garras, y llevan siempre el
rostro descolorido por el hambre...
Apenas desembarcamos en el puerto, vimos esparcidas por toda la campiña
hermosas vacadas y rebaños de cabras sin pastor. Entrámosles a cuchillo,
ofreciendo a los dioses y al mismo Júpiter parte de aquella presa;
luego disponemos en la corva playa los lechos y empezamos a comer
aquellos opimos manjares, cuando de pronto acuden desde los montes con
horrible vuelo las arpías, y batiendo las alas con gran ruido, arrebatan
nuestras viandas y las corrompen con su inmundo contacto, esparciendo
en
torno, entre sus fieros graznidos, insoportable hedor. Segunda vez
ponemos las mesas a gran distancia de allí, en una honda gruta, cerrada
por corpulentos árboles que la cubren de espesísima sombra, y
reestablecemos el fuego en los altares; mas segunda vez también, desde
diversos puntos del cielo, sale la resonante turba de sus lóbregos
escondrijos, revolotea esgrimiendo sus garras alrededor de nuestros
manjares, y los ensucia con sus bocas. Mando entonces a mis compañeros
que empuñen las armas
y cierren con aquella familia maldita; hácenlo como yo lo dispongo,
ocultando las espadas y los broqueles entre la yerba, y apenas las
arpías se dispersan en ruidoso tropel por las corvas playas, y Miseno,
desde un alto risco, da la señal con una trompeta, las acometen los
míos, y en tan nuevo linaje de lid, acuchillan a aquellas sucias aves
del mar; pero su plumaje impenetrable las preserva de toda herida, y
tendiendo su vuelo por el firmamento en rápida fuga, abandonan la ya
roída presa entre
asquerosos rastros de su presencia. Sólo Celeno quedó posada en una
eminente roca, desde donde, fatal agorera, rompió a hablar en estos
términos:
Hijos de Laomedonte,
después de habernos movido guerra, destruyendo nuestros ganados,
¿todavía intentáis expulsar a las inocentes arpías del reino de sus
padres? Oíd, pues lo que os voy a decir, y guardad bien en la memoria
estas palabras: Yo, la mayor de las furias, voy a revelaros las cosas
que el Padre omnipotente tiene vaticinadas a Febo, y Febo me ha
vaticinado a mí. A Italia enderezáis el rumbo, y a Italia os llevarán
los vientos invocados; lograréis
arribar a sus puertos, pero no rodearéis con murallas la ciudad que os
conceden los hados, sin que antes horrible hambre, castigo de la matanza
que habéis intentado en nosotras, os haya obligado a morder y devorar
vuestras propias mesas.
Dijo, y volando fue a refugiarse en la selva."
Virgilio,
Eneida, canto III
-Latín
Servatum ex undis Strophadum me litora
primum
210accipiunt; Strophades Graio stant nomine dictae,
insulae
Ionio in magno, quas dira Celaeno
Harpyiaeque colunt aliae,
Phineia postquam
clausa domus, mensasque metu liquere
priores.
Tristius haud illis monstrum, nec saevior ulla
215pestis
et ira deum Stygiis sese extulit undis.
Virginei volucrum voltus,
foedissima ventris
proluvies, uncaeque manus, et pallida
semper
ora fame.
Huc ubi delati portus intravimus,
ecce
220laeta boum passim campis armenta videmus,
caprigenumque
pecus nullo custode per herbas.
Inruimus ferro, et divos ipsumque
vocamus
in partem praedamque Iovem; tum litore curvo
exstruimusque
toros, dapibusque epulamur opimis.
225At subitae horrifico lapsu
de montibus adsunt
Harpyiae, et magnis quatiunt clangoribus
alas,
diripiuntque dapes, contactuque omnia foedant
immundo;
tum vox taetrum dira inter odorem.
Rursum in secessu longo sub
rupe cavata,
230arboribus clausi circum atque horrentibus
umbris,
instruimus mensas arisque reponimus ignem:
rursum ex
diverso caeli caecisque latebris
turba sonans praedam pedibus
circumvolat uncis,
polluit ore dapes. Sociis tunc, arma
capessant,
235edico, et dira bellum cum gente gerendum.
Haud
secus ac iussi faciunt, tectosque per herbam
disponunt enses et
scuta latentia condunt.
Ergo ubi delapsae sonitum per curva
dedere
litora, dat signum specula Misenus ab alta
240aere cavo.
Invadunt socii, et nova proelia temptant,
obscenas pelagi ferro
foedare volucres:
sed neque vim plumis ullam nec volnera
tergo
accipiunt, celerique fuga sub sidera lapsae
semesam
praedam et vestigia foeda relinquunt.
Cíclope (Polifemo)
-Castellano
Luego que Polifemo, atestado de co-
spem voltu simulat, premit altum
corde dolorem.
210 Illi se praedae accingunt, dapibusque
futuris;
tergora deripiunt costis et viscera nudant;
pars in
frusta secant veribusque trementia figunt;
litore aena locant
alii, flammasque ministrant.
Tum victu revocant vires, fusique per
herbam
215 implentur veteris Bacchi pinguisque ferinae.
Postquam
exempta fames epulis mensaeque remotae,
amissos longo socios
sermone requirunt,
spemque metumque inter dubii, seu vivere
credant,
sive extrema pati nec iam exaudire vocatos.
220
Praecipue pius Aeneas nunc acris Oronti,
nunc Amyci casum gemit et
crudelia secum
fata Lyci, fortemque Gyan, fortemque Cloanthum.
Et iam finis erat, cum Iuppiter aethere
summo
despiciens mare velivolum terrasque iacentis
225litoraque
et latos populos, sic vertice caeli
constitit, et Libyae defixit
lumina regnis.
Atque illum talis iactantem pectore curas
tristior
et lacrimis oculos suffusa nitentis
adloquitur Venus: “O qui res
hominumque deumque
230aeternis regis imperiis, et fulmine
terres,
quid meus Aeneas in te committere tantum,
quid Troes
potuere, quibus, tot funera passis,
cunctus ob Italiam terrarum
clauditur orbis?
Certe hinc Romanos olim, volventibus
annis,
235hinc fore ductores, revocato a sanguine Teucri,
qui
mare, qui terras omni dicione tenerent,
pollicitus, quae te,
genitor, sententia vertit?
Hoc equidem occasum Troiae tristisque
ruinas
solabar, fatis contraria fata rependens;
240nunc eadem
fortuna viros tot casibus actos
insequitur. Quem das finem, rex
magne, laborum?
Antenor potuit, mediis elapsus Achivis,
Illyricos
penetrare sinus, atque intima tutus
regna Liburnorum, et fontem
superare Timavi,
mida y aletargado por el vino, reclinó
la doblada cerviz y se
tendió cuan inmenso era en su caverna,
arrojando por la
boca, entre sueños, inmundos despojos,
mezclados con vino
y sangre, nosotros, después de invocar
a los grandes núme-
nes, y designados por la suerte los que
habían de acometer la
empresa, nos arrojamos todos a la vez
sobre él, y con una
estaca aguzada le taladramos el enorme
ojo, único que ocul-
taba bajo el entrecejo de su torva
frente, semejante a una
rodela argólica o al luminar de Febo;
y alegres en fin, ven-
gamos las sombras de nuestros
compañeros. Pero huíd, in-
felices, huíd, y cortad el cable que
os amarra a la costa...
porque no es ese Polifemo, tal cual os
le ha pintado, el único
que recoge sus ovejas en la inmensa
caverna y les exprime las
ubres; otros cien infandos Cíclopes,
tan gigantescos y fieros
como él, habitan estas corvas playas y
vagan por estos altos
montes. Ya por tercera vez se han
llenado de luz los cuernos
de la luna desde que arrastro mi
existencia por las selvas,
entre las desiertas guaridas de las
fieras, observando desde
una roca cuándo asoman los gigantes
Cíclopes, y temblando
al ruido de sus pisadas y de su voz.
Los arbustos me dan un
miserable alimento de bayas y
desabridas cerezas silvestres;
las yerbas me sustentan con sus raíces,
que arranco con mi
mano. Atalayando estos contornos,
descubrí vuestras naves,
que se dirigían a estas playas, y a
ellas, fuesen de quien fue-
sen, resolví entregarme. Mi único
afán es huir de esta mons-
truosa gente; ahora vosotros imponedme
el género de
muerte que os plazca."
No bien había pronunciado estas
palabras, cuando en la
cumbre de un monte vemos moverse entre
su rebaño la
enorme mole del mismo pastor Polifemo,
que se encaminaba
a las conocidas playas; monstruo
horrendo, informe, colosal,
privado de la vista. Lleva en la mano
un pino despojado de
sus ramas, en que apoya sus pasos, y le
rodean sus lanudas
ovejas, su único deleite, consuelo
también en su desgracia...
Luego que tocó las profundas olas y
hubo penetrado en el
mar, lavó con sus aguas la sangre que
chorreaba de su ojo
reventado, rechinándole los dientes de
dolor; y avanzando
enseguida a la alta mar, aun no mojaban
las olas su enhiesta
cintura. Temblando precipitamos la
fuga, después de haber
acogido en nuestro bordo al griego
suplicante, que bien lo
merecía; cortamos los cables en
silencio, e inclinados sobre
los remos, a porfía barremos la mar.
Oyonos él, y torció su
marcha hacia donde sonaba el ruido que
hacíamos; mas co-
mo no le fuese dado alcanzarnos con su
mano, ni pudiese
correr tan aprisa como las olas
jónicas, levantó un inmenso
clamor, conque se estremecieron el
ponto y todas las olas,
retembló en sus cimientos toda la
tierra de Italia, y rugió el
Etna en sus huecas cavernas. Concitados
por aquel ruido,
acuden los Cíclopes de las selvas y de
los altos montes, y
precipitándose en tropel hacia el
puerto, llenan las playas; en
ellas veíamos de pie y mirándonos en
vano con feroces ojos,
a aquellos hermanos, hijos del Etna,
cuyas altas frentes se
levantaban al firmamento. ¡Horrible
compañía! tales se alzan
con sus excelsas copas las aéreas
encina o los coníferos ci-
preses, en las altas selvas de Júpiter
o en los bosques de Dia-
na. Aguijados por el miedo,
maniobramos, atentos sólo a
precipitar la fuga, tendiendo las velas
al viento favorable;
mas recordando los preceptos contrarios
de Eleno, que nos
recomendaba evitar el rumbo entre Scila
y Caribdis, como
muy peligroso, determinamos volver
atrás, cuando he aquí
que empieza a soplar el Bóreas por el
angosto promontorio
de Peloro, y nos impele más allá de
las bocas del río Pantago,
formadas por peñas vivas del golfo de
Megara y de la baja
isla de Tapso. Todas aquellas playas
que de nuevo recorría,
nos iba enseñando Aqueménides,
compañero del infeliz Uli-
ses.
-Latín
paupere—mansissetque utinam
fortuna!—profectus.
Hic me, dum trepidi crudelia limina
linquunt,
inmemores socii vasto Cyclopis in antro
deseruere.
Domus sanie dapibusque cruentis,
intus opaca, ingens; ipse arduus,
altaque pulsat
620sidera—Di, talem terris avertite pestem!—
nec
visu facilis nec dictu adfabilis ulli.
Visceribus miserorum et
sanguine vescitur atro.
Vidi egomet, duo de numero cum corpora
nostro
prensa manu magna, medio resupinus in antro,
625frangeret
ad saxum, sanieque aspersa natarent
limina; vidi atro cum membra
fluentia tabo
manderet, et tepidi tremerent sub dentibus
artus.
Haud impune quidem; nec talia passus Ulixes,
oblitusve
sui est Ithacus discrimine tanto.
630Nam simul expletus dapibus
vinoque sepultus
cervicem inflexam posuit, iacuitque per
antrum
immensus, saniem eructans et frusta cruento
per somnum
commixta mero, nos magna precati
numina sortitique vices, una
undique circum
635fundimur, et telo lumen terebramus
acuto,—
ingens, quod torva solum sub fronte latebat,
Argolici
clipei aut Phoebeae lampadis instar,—
et tandem laeti sociorum
ulciscimur umbras.
Sed fugite, O miseri, fugite, atque ab litore
funem
640rumpite.
Nam qualis quantusque cavo Polyphemus in
antro
lanigeras claudit pecudes atque ubera pressat,
centum
alii curva haec habitant ad litora volgo
infandi Cyclopes, et
altis montibus errant.
645Tertia iam lunae se cornua lumine
complent,
cum vitam in silvis inter deserta ferarum
lustra
domosque traho, vastosque ab rupe Cyclopas
prospicio, sonitumque
pedum vocemque tremesco.
Victum infelicem, bacas lapidosaque
corna,
650dant rami et volsis pascunt radicibus herbae.
Omnia
conlustrans, hanc primum ad litora classem
conspexi venientem.
Huic me, quaecumque fuisset,
addixi: satis est gentem effugisse
nefandam.
Vos animam hanc potius quocumque absumite leto.
Vix ea fatus erat, summo cum monte
videmus
ipsum inter pecudes vasta se mole moventem
pastorem
Polyphemum et litora nota petentem,
monstrum horrendum, informe,
ingens, cui lumen ademptum.
Trunca manu pinus regit et vestigia
firmat;
660lanigerae comitantur oves—ea sola voluptas
solamenque
mali.
Postquam altos tetigit fluctus et ad aequora venit,
luminis
effossi fluidum lavit inde cruorem,
dentibus infrendens gemitu,
graditurque per aequor
665iam medium, necdum fluctus latera ardua
tinxit.
Nos procul inde fugam trepidi celerare, recepto
supplice
sic merito, tacitique incidere funem;
vertimus et proni
certantibus aequora remis.
Sensit, et ad sonitum vocis vestigia
torsit;
670verum ubi nulla datur dextra adfectare potestas,
nec
potis Ionios fluctus aequare sequendo,
clamorem immensum tollit,
quo pontus et omnes
contremuere undae, penitusque exterrita
tellus
Italiae, curvisque immugiit Aetna cavernis.
At genus e silvis Cyclopum et montibus
altis
excitum ruit ad portus et litora complent.
Cernimus
adstantis nequiquam lumine torvo
Aetnaeos fratres, caelo capita
alta ferentis,
concilium horrendum: quales cum vertice
celso
680aeriae quercus, aut coniferae cyparissi
constiterunt,
silva alta Iovis, lucusve Dianae.
Imágenes de la mitología